29 de diciembre de 2009

no me mires por la calle...


Ya es hora de pisarte fuerte,
de destrozarte los zapatos,
y si me fuera posible, también la vida.

Las farolas luchan unas contra otras,
tu coche no ha pasado a recogerme.
Dices que no estás bien,
que ya no soy tan linda,
que te pesa el alma
y más mentiras que no merecen
ni salir de tu garganta.

Me apresa el dolor tibio,
palabras “uno más, uno menos”,
la taza de leche fría.
No le hablo a las mañanas,
menos aún a tus madrugada.
Tengo la manía de recortar los días,
llamar a cada momento por su nombre.
Ahí soy como otra cualquiera.

Me matan las ansias de señalarte,
hacerte culpable,
romperte las noches,
estrujarte y luego dejarte con ganas.
Porque ahí soy como otra cualquiera.

De vez en cuando me pinto
unos ojos más grandes,
unos labios más rojos.
Bebo cerveza para quedarme
en el cuello de la botella.
Mi huella roja, la vie en rouge.
Algún día se te deshará el cerebro,
Me teñiré y nos iremos acoplando en órbitas aparte.
(lado a lado, beso a beso, mes a mes,
como las facturas eternas).


Mis artistas son míos,
los mantengo a bocados,
los pongo rojos a base de labios.
Te mueres de envidia y de miedos,
codo con codo, compañía fácil.









Elena.

23 de diciembre de 2009

Experimento doble


A mis deditos congelados les duele la cabeza,
y el paracetamol no llega a esas latitudes de mi cuerpo.

Mis huellas no tienen identidad desde que no tocan tu piel,

la verdad es que de la poca identidad que me queda,
me empiezo a arrugar...
Como si hibernase en la bañera.

No tengo ganas de esperar una carta con tu nombre, he jugado sucio,

tan sucio que redimirme sin nuevos colchones no ha servido,

tan sucio que no recuerdo qué zapatos te gustaban,
si eras de whisky o ron.

Ya no vivo engañada, sé que los príncpies azules
son un invento del corte inglés

que todo lo fantástico se vuelve real.

Ya no los quiero azules, que sean rojos, magnéticos,
que me den calambres por todos lados,

que sean la oposición total a esas marionetas Disney...

No quiero que me traigas flores los 14 de febrero

y tampoco esos besos debajo del muérdago, si puede ser
,
prefiero que te olvides de nuestro aniversario,
que tus sonrisas mañaneras
me alegren todos los días de mi vida.

Ya no le tengo miedo a las canas, a las cifras altas,
sabes que solo me queda el miedo a lo convencional.

A lo convencional, a las camas desarmadas y a las almohadas vacías

así que más me vale firmar este pacto en silencio, tú, yo,
y este viento, para comprobar que seguimos vivos

que seguimos bebiendo alcochol,
y estamos más unidos que la coca y tu nariz.

Perdona esta manía mía de exagerarte, pero se me atropella el tiempo,
el espacio y es la forma más breve de decir que no se te ocurra escurrirte
otra vez.

A lo mejor es cosa mía pero estoy cansada de romeos de falsa marca,
y falsos galanes.








Canijosa y Elena.

19 de diciembre de 2009

País sin corazón


Necesito un notario para que me diga que me quieres de verdad.

Pensaba buscar una religión en la que
tus besos no fuesen pecados.
Y ahora sé que soy atea
además, formas parte del pasado.

¡Ernesto! hoy una mesa para dos.
gritabas entusiasmado.
Y al final de la noche decias enfuscado,
que el postre se toma en casa y
no pedías ni un cortado.


Mi tronco besabas y hasta mis hojas lamías
sabores de pasión, lujuría y desenfreno;
quién me iba a decir que aquella noche
sería la última.

Crees que soy tonta y lo malo
es que incluso tienes razón.
No es fácil deshacerse de un olor, de un recuerdo,
de una quimera, o de un cerdo.

Se marcha, vuelve, se marcha, vuelve pero no vuelve.
Y mi corazón se cala de tanto arrancar para luego
na de ná.
Que soy una medusa y aviso,
un dia te voy a picá.

Antes eras capaz de paralizar mis sentidos con una sola palabra
y ahora con palabras te cortaría hasta la garganta.
La ducha me pone más que tú, qué triste es tu vida,
no te atreves ni siquiera a cambiar de zapatos.

Entérate, el que no arriesga no gana.
Yo me cansao de esperar en aquella estación,
próximo destino país sin corazón.



Canijosa.






go crash


Peor que los clavos oxidados.
No sé cómo os clavasteis en mi médula,
ya no me creo nada fantástica,
más bien tengo la autoestima desnutrida.
Os tengo metidos tan dentro que acabaréis
por hacerme vomitar.
Os gusta ir de superhéroes para seducir,
o de unas especies de falsos Freud.

Ya no tengo la fuerza en el cuerpo,
no me van los Hemingway,
de veras que no quiero veros imitadores
de hombres de verdad.

Y en estas historias no es cuestión
de ganar o perder,
los gritos no resuelven nada,
en el sexo ellos que vuelan
nosotras que acabamos golpeadas,
y ellos en nuestras médulas,
o como después de caerte por las escaleras.

Y el mundo, allí fuera,
tras la decepción, el sopor
y la mierda de rutina,
escondido,
sigue con sus estereotipos.




Elena.